La filosofía
de la historia es la rama de la filosofía que
estudia el desarrollo y las formas en las cuales los seres humanos crean
la historia. Puede, en algunos
casos, especular con la existencia de un fin u objetivo teleológico de
la historia, o sea, preguntarse si hay un diseño, propósito, principio director
o finalidad en el proceso de creación de la historia.
Las preguntas sobre
las cuales trabaja la filosofía de la historia son diversas y complejas.
Algunas de ellas podrían ser: ¿Cuál es el sujeto filosofía sujeto propio del
estudio del pasado humano? ¿Es el individuo?
¿Son las organizaciones sociales, la cultura,
o acaso la especie humana por entero? Yendo aún más allá de estas preguntas
clásicas, algunos filósofos modernos han introducido un nuevo concepto,
sosteniendo que la historia ha dejado de ser el estudio de unidades, de hechos,
pasando a ser el estudio de una compleja totalidad, que comprende no sólo las
acciones humanas pasadas y sus consecuencias visibles, sino que incluye un
sinnúmero de factores en su contexto, como las relaciones humanas, las corrientes
de pensamiento, las motivaciones particulares, y, tal vez el factor más
recientemente incorporado y que más ha revolucionado este campo de la
filosofía, es el de los pensamientos, acciones, relaciones y motivaciones de
aquel individuo que escribe la historia, esto es, del historiador.
Como escribió Edward Hallett Carr en
su libro ¿Qué es la historia?:
«Solía decirse que
los hechos hablan por sí solos. Es falso, por supuesto. Los hechos sólo hablan
cuando el historiador apela a ellos: él decide a qué hechos se da paso, y en
qué orden y contexto hacerlo».
¿Qué
es la historia? - Editorial Seix Barral,
S.A., Barcelona 1965 - 3ª ed., Pág. 15
Según otra
concepción, la de R.
G. Collingwood, por ejemplo, precedido también
por Benedetto Croce,
quienes sostienen que el pensamiento de los agentes históricos es un concepto
fundamental de la investigación histórica, caben las preguntas:
- ¿Hay algún tipo de pautas
que puedan encontrarse a través del estudio del pasado humano, por
ejemplo ciclos o idea
de progreso?,
¿O acaso no hay más pautas o ciclos que los que creemos ver?
- ¿Existe el progreso y su
antítesis en la historia? ¿Cuáles son, en tal caso, sus respectivas
direcciones? ¿Y cuál es la fuerza directriz de ese progreso, de existir?
No debe confundirse
la filosofía de la historia con la historiografía,
que es el estudio de la historia en tanto disciplina académica, ni con la historia de la filosofía,
que es el estudio del desarrollo de la filosofía a través del tiempo.
Historia de la
disciplina
Júpiter y Tetis.
Obra de Jean Auguste Dominique Ingres.
Tetis, tras la cólera de Aquiles, suplica a Zeus para que éste permita que los
troyanos adquieran ventaja. Las obras de Homero,
como la Iliada, responden a una mezcla entre historia y mito, en la que la
intervención divina es parte de los hechos de los hombres.
La filosofía de la
historia nació en el s.
XVIII. Tradicionalmente se le atribuye
a Voltaire que fue el
primero en acuñar el término para una obra escrita por él en 1765 y
que firmó como Abate Bazin. Sin embargo, el término fue utilizado unos siglos
antes por Jean Bodin en Método para el conocimiento fácil de la
historia, donde califica a Filón de Alejandría como
a un philosophitoricus (filósofo
de la historia). También se admite que Giambattista
Vico fue el auténtico creador de
la disciplina en su Principios
de ciencia nueva.
Voltaire entendía
por filosofía de la historia una disciplina crítica, por lo que trata de
explicar los acontecimientos pasados por medio de principios razonables con el
fin de que "la luz" de la razón elimine todo el fanatismo y
las supersticiones irracionales
que había en la historia.
En el s. XIX, Hegel le
dio un sentido más amplio a la filosofía de la historia y diferenciado a lo
considerado por Voltaire. Él fue el primero en incorporar a la Universidad de Berlín esta
disciplina. Para Hegel la filosofía de la historia hay que entenderla como una
historia global o universal. El sentido de la disciplina de la historia sufrirá
un cambio en la escuela positivista con Leopold
von Ranke. Para él eran el gobierno de las
leyes generales y universales que rigen el mundo y que deben ser relatados por
la historia como una ciencia empírica.
La respuesta a por
qué no surge antes del XVIII esta disciplina es debido a que los filósofos de
otras épocas se han centrado en otras cuestiones, en la Antigua
Grecia por la física, matemática,
etc. En la Edad Media por
la teología y más tarde
en las ciencias naturales y
finalmente los filósofos sintieron la necesidad de reflexionar sobre la
historia en el siglo XVIII y que cuyo objeto era el pasado. Esta historia
plantea una serie de problemas que se dividen en cuatro apartados:
- La naturaleza de la
historia: gira en torno a la posibilidad de elaborar un método de lo que
podemos llamar ciencias, es decir, es susceptible de plantear problemas
capaces de ser resueltos.
- El objeto de la historia:
son las acciones pasadas de los hombres del pasado.
- El método de la historia: es
la interpretación de los testimonios, que le permite al historiador
responder y analizar en base a los signos dejados por el pasado.
- Valor y sentido de la
historia: el saber histórico nos permite conocer mejor al ser humano, ya
que la mejor forma de conocernos, es estudiando nuestras obras.
La concepción de la
filosofía de la historia es inseparable y depende de la concepción de la
historia, y por tanto, la comprensión del objeto está condicionada por la
interpretación que hace la filosofía de la historia. Tuvo una interpretación
ilustrada, resultado de una concepción renacentista de la historia, que a su
vez es el precipitado de fenómenos de la Antigüedad y
el Medievo.
Para los griegos la
historia es el conocimiento que se transmite mediante investigación, no por
transmisión antiquísima, como elmito.
Es investigación, indagación, interrogatorio de un testigo ocular, y el
resultado de dicho interrogatorio.
Ιστορ,
es un testigo árbitro que puede actuar como juez y puede aclarar lo que
ocurrió. Ιστορεω, es el
verbo que significa investigar, indagar, por lo que semánticamente significa
indagación, y ha pasado el término a la mayoría de las lenguas occidentales a
partir del latín historiae.
Los romanos
entendían la historia igual que los griegos, como demuestra Tácito,
que utilizó el término historiae cuando
hablaba de la época que el mismo había vivido y las que son anteriores a él, y
no puede observar personalmente. Los llama Annales, por lo que no representaba
la narración de hecho del pasado. En la época romana se empleraron annales y
crónicas.
En el Renacimiento se
establecen las bases para elaborar un tipo homogéneo de literatura histórica
que se le puede llamar historia. En esa época es cuando la historia se abra a
los sucesos del pasado y surja el germen de la historia científica.
A partir de ese
momento se desarrollará un criticismo ingente de la historia, sobre todo en el
s. XVIII, donde se entenderá la historia de dos formas: por un lado a los
acontecimientos hechos por el hombre (res
gestae); y el reconocimiento mental de estos, cognitio(res memoria). Para ellos no
sólo existe la realidad histórica sino el conocimiento o
estudio de dicha realidad, es decir, la historia se convirtió en ciencia.
A partir de esta
doble concepción, la historia planteó dos problemas a la filosofía: uno de
tipo ontológico y otro epistemológico.
La res gestae planteó
problemas ontológicos, pero si nos referimos al segundo significado, serán de
tipo epistemológico.
Los de tipo
epistemológico, son los problemas planteados por la historia en cuanto a un
modo de ciencia. Un ejemplo sería el de aclarar si la historia es un
conocimiento inmediato o no. El conocimiento histórico es ideográfico.
Las leyes de la naturaleza rigen también la historia. También se crearon
categorías históricas y se planteaba qué tipo de verdad es la verdad del
conocimiento histórico.
La filosofía del
conocimiento histórico se ocupará por tanto de la realidad histórica (res gestae) y la historiografía (res memoria).
El ser humano es un
ser histórico en contraposición a los seres naturales, que no tienen
posibilidad de cambio, son estáticos. Sin embargo, el ser humano se está
haciendo constantemente a sí mismo. En la medida que la filosofía tiene un
carácter histórico quiere decir que está determinada espacio-temporalmente,
está siempre situada de una forma determinada, planteándole problemas que le
plantean la sociedad en la que
vive y su momento histórico.
Los filósofos
buscan soluciones a problemas concretos pero plantean las respuestas con
carácter universal, por eso Platón,
cuando se enfrenta a la descomposición política de Atenas,
tras la muerte de Pericles,
las tiranías y la corrupción de la nueva democracia, y plantea una solución
definitiva y universal, La República que
es utópica y teórica, mientras que los políticos de la época lo que buscaban
eran soluciones a corto plazo, parches al problema, en lugar de arreglarlo
desde los cimientos.
La historia por su
parte también tiene un carácter filosófico, y necesita siempre una narración
filosófica que complemente su sentido. Habrá, por tanto, historiadores idealistas
y materialistas, hegelianos y marxistas, positivistas y hermenéuticos, etc. La
filosofía de la historia va tan intrínseca a la historia como el propio
pensamiento del historiador, que tendrá, quiera o no quiera, una determinada
perspectiva filosófica que siempre está actuando. Observamos que filosofía e
historia están siempre en contacto íntimo.
Según el
francés Raymond Aron la
filosofía especulativa de la historia se ocupa de los hechos y pretende
ordenarlos de diversas formas y la filosofía crítica es la historia concreta
con el fin de crear los conceptos que nos permiten comprender la realidad
histórica.
El filósofo
español Ferrater Mora llamará
a la filosofía especulativa de la historia filosofía material de la historia y
la filosofía crítica de la historia la llamara filosofía formal de la historia.
Según Danton la
filosofía sustantiva busca el sentido de la historia con el fin de comprender y
poder prever el devenir histórico y la filosofía analítica aplica la reflexión
filosófica de la historia, es decir, la historiografía. Para conseguirlo se
emplean dos pautas:
- Buscar en el pasado las
leyes que rigen la historía para prever el futuro.
- Establecer supuestos
principios que motivan a la historía y que la dotan de un sentido que es,
a la vez, fin y final de la historia.
La filosofía
especulativa de la historia apareció en el siglo XVIII de la mano de muchos
autores pero, sobre todo de Inmanuel
Kant, junto al idealismo alemán,
cuyas ideas llegan a su final con las lecciones sobre filosofía de la historia
universal en la Universidad de Berlín de Hegel.
Sus conclusiones pervivirán en el positivismo de Comte y el materialsimo histórico
de Karl Marx, aunque ambos discrepan ante la metafísica de Hegel,
y los dos persisten en la idea de establecer esquemas preconcebidos a los hechos.
La filosofía
crítica de la historía renuncia a significar el fin último del ser histórico y
se limita al análisis crítico de los supuestos que subyacen en el trabajo de
los historiadores. Los supuestos que subyacen al conocimiento histórico, para
descubrir las posibilidades de una realidad de ciencia histórica y el alcance
de este tipo de conocimiento. Esta rama surge en el s. XIX a partir del rechazo
del idealismo de Hegel,
gracias a las aportaciones de Von Ranke y los seguidores de la escuela
histórica alemana como Meineke Burkhardt,
dentro de la corriente hermenéutica de Droysen y Dilthey que
continúan Heidegger y la escuela neokantiana de Wildelband y Rickert.
También se formará parte de esta filosofía crítica la Escuela de Frankfurt y
la corriente de la filosofía analítica de la historia. También se deben
encuadrar dentro de la historia crítica a Danto, Hempel,Popper y
a Dray.
En Poética, Aristóteles había
argumentado que la poesía es
superior a la historia, ya que habla más de "lo que debe (o debería)
ser verdad"
que de "lo que es verdad". Por tanto, los historiadores clásicos
sienten el deseo de ennoblecer, o embellecer, el mundo real. Heródoto o Plutarco inventan
libremente los discursos de los personajes históricos y eligen los temas
históricos con vistas al aprovechamiento moral del lector. Estos clásicos
reconocen y admiten que la historia debe enseñar buenos ejemplos a seguir.
Desde la Época Clásica hasta
el renacimiento,
los historiadores alternan entre enfocar la historia desde una visión
pedagógica y limitarse a los hechos, buscando reflejarlos con la mayor
imparcialidad posible. La historia se compone principalmente de hagiografías,
de enaltecimiento de los reyes o poesía épica que describe gestos heroicos como
la Canción de Roldán.
En el siglo XIX,
los historiadores se vieron influidos por el movimiento intelectual positivista concentrándose
lo más posible en los hechos, y despegándose lo más posible de la presencia de
un observador en el análisis y la interpretación de la historia. En la era
victoriana, con Fustel de Coulanges y Theodor
Mommsen, el debate historiográfico ya no
residía en si la historia debería influir positivamente en el lector, sino qué
causas influían en la historia y cómo entender el cambio histórico.
Según Jacob
Burckhardt, la filosofía de la historia es
una contradicción y un despropósito, un compuesto “contra natura”. La razón es, según él, vieja y sencilla:
la filosofíaconstituye una
labor de subordinación,
que jerarquiza elementos y construye sistemas, mientras que la historia es
asunto de coordinación,
de poner episodios uno junto a otro de modo que pueda destacar la singularidad
de cada uno.[1]
En la modernidad, los filósofos de la historia, como Edward Hallett Carr, consiguen, de cierta forma, reconciliar las posturas filosofías del pasado, es decir, hoy en día se defiende la rigurosidad del método científico al servicio de la historia, de la mano de las llamadas ciencias auxiliares de la historia (como la arqueología, la epigrafía, la cronología, etc.), pero se reconoce también que la historia debe ser analizada dentro de una compleja totalidad, que no es, desde luego, una porción congelada del tiempo en el pasado, sino un movimiento continuo que se extiende hasta el presente, englobando al propio historiador y obligándolo a observarse a sí mismo y asumir que necesariamente influirá, más allá de su deseo, en la reproducción de la historia.
La concepción
mítica del tiempo no es lineal, sino cíclica. Ejemplos son la antigua doctrina
del eterno retorno,
que existía en el Antiguo
Egipto, las religiones dhármicas o,
entre los griegos, los pitagóricos y
los estoicos. Hesíodo (Los trabajos y los días) describe
cinco edades del hombre: la Edad de Oro, la Edad de Plata, la Edad de Bronce,
la Edad Heroica y la Edad de Hierro, que comienza con la invasión de los Dorios. Platón también
escribe sobre el mito de
la Edad de Oro. Los antiguos griegos creían en una concepción cíclica de las formas
de gobierno, en las que cada régimen necesariamente cae en su forma corrupta (aristocracia, democracia y monarquía eran
los regímenes sanos; oligarquía, demagogia y tiranía los
corruptos).
En Oriente se
desarrollaron teorías cíclicas de la historia en China (teoría
del ciclo dinástico), y en el mundo islámico (Ibn
Jaldún).
Judaísmo y cristianismo sustituyeron
dichos mitos por el concepto bíblico de la Caída del Hombre o expulsión del
Jardín del Edén, que proporciona la base de la teodicea,
que intenta reconciliar la existencia del mal en el mundo con la existencia de
Dios, creando una explicación global de la historia con la creencia en una Edad
Mesiánica. La teodicea propone que la historia tiene una dirección de progreso
tendente a un fin escatológico (como
el Apocalipsis) previsto por un
poder superior. Agustín de Hipona,Tomás
de Aquino o Bossuet (Discurso sobre la historia universal,
1679) formulan tales teodiceas. Leibniz,
que acuñó el término, propuso la suya propia: basó su explicación en el principio de razón suficiente,
que proclama que todo lo que ocurre lo hace por una razón específica. Por
tanto, lo que el hombre ve como mal (guerra, enfermedad, desastres naturales)
es sólo un efecto de su percepción. Si se adopta el punto de vista de Dios,
esos malos acontecimientos forman parte de un plan divino más amplio. La
teodicea explica la necesidad del mal como un elemento relativo que forma parte
de un conjunto mayor: el plan de la historia. El principio de razón suficiente
de Leibniz no es un gesto de fatalismo.
Enfrentado al antiguo problema del futuro contingente, Leibniz desarrolla la
teoría de los mundos
posibles, distinguiendo dos tipos de
necesidad, para evitar el problema del determinismo.
Durante el Renacimiento las
concepciones cíclicas de la historia se hicieron comunes para explicar la
decadencia del Imperio
romano. Son ejemplo los Discursos sobre Tito Livio de Maquiavelo.
La noción de Imperio contiene en sí misma su ascenso y su caída, como
explicita Edward Gibbon en Historia del declive y caída del Imperio
romano(1776) (incluido por la Iglesia Católica en el Índice de libros prohibidos).
Las concepciones
cíclicas se mantuvieron en el siglo XIX y XX por autores como Oswald
Spengler, Nikolay Dnilevsky y Paul
Kennedy, que concebían el pasado humano
como una repetitiva serie de ascensos y caídas. El primero, que escribie tras
la Primera Guerra Mundial,
creía que una civilización entra en una era de cesarismo tras
la muerte de su alma. Pensaba que el alma occidental había muerto y que el
cesarismo estaba a punto de comenzar.
McGaughey (Cinco épocas de civilización) ve la
historia humana como una continua historia de creación relacionada con el
desarrollo de la sociedad humana, contada en sucesivos capítulos o épocas
históricas. La introducción de mejores tecnologías de
comunicación como la escritura o
la comunicación electrónica cambian
la sociedad en tal grado que puede considerarse que una nueva civilización ha
comenzado. No hay fin de la historia (si no es catastrófico) sino un continuo
proceso de innovación tecnológica y desarrollo social que ahora colisiona con
un medio ambiente limitado.
El reciente
desarrollo de modelos matemáticos de ciclos sociodemográficos seculares ha
revivido el interés por la teorías cíclicas de la historia (Dinámica Histórica de Peter
Turchin o Introducción a la Macrodinámica
social de Andrey
Korotayev).
En la Ilustración la
historia comenzó a verse como lineal e irreversible. Las interpretaciones
varios estadios de la humanidad de Turgot,[2] D'Alembert, Condorcet o
elpositivismo de Auguste
Comte (ya en el siglo XIX) fueron
una de las más importantes concepciones de la historia que confiaban en el
progreso social. La Ilustración concibe a la especie humana como perfectible (El Emilio de Jean Jacques Rousseau,
1762). La naturaleza humana puede ser desarrollada indefinidamente mediante una
correctapedagogía. Kant,
en Qué es Ilustración (1784),
define ésta como la capacidad de pensar por sí mismo sin referirse a
autoridades exteriores, sea el poder o la tradición. Paradójicamente, Kant
apoya al mismo tiempo el despotismo ilustrado como
la manera de conducir a la humanidad a su autonomía. En Idea de un historia universal con un
propósito cosmopolita (1784) presenta de un lado el despotismo
ilustrado conduciendo a las naciones a su liberación, con el progreso inscrito
en el esquema de la historia, y por otro lado concibe la liberación como
alcanzable sólo con un gesto singular (Sapere
Aude!, Atrévete a saber). En última instancia la autonomía reside
en el valor y la determinación individual para pensar sin ser dirigido por otro.
Tras Kant, Hegel desarrolla
una compleja teodicea en la Fenomenología del Espíritu (1807),
que basa su concepción de la historia en la dialéctica:
lo negativo (la guerra, por ejemplo) se concibe como el motor de la historia.
Ésta es un proceso constante de choques dialécticos, en que cada tesis
encuentra una antítesis (hecho o idea opuesta). El enfrentamiento de ambos se
supera con la síntesis, una conjunción que supera la contradicción entre cada
tesis y su antítesis. Karl
Marx propone el ejemplo de Napoleóncomo
síntesis que conserva los cambios y supera la contradicción entre Antiguo
Régimen (tesis) y Revolución francesa (antítesis).
Hegel pensaba que la razón se proyecta a sí misma en la historia a través de
este esquema dialéctico. Mediante el trabajo,
el hombre transforma la naturaleza para
reconocerse en ella, la convierte en su hogar. Así la razón espiritualiza la
naturaleza. Campos cultivados, carreteras, toda la infraestructura sobre la que
desarrollamos nuestra vida es el resultado de esta espiritualización de la
naturaleza. Hegel explica el progreso social como resultado del trabajo de la
razón en la historia. Esta lectura dialéctica de la historia implica por
supuesto contradicción, y por eso la historia se concibe como conflicto. La
filosofía siempre llega tarde, es sólo una interpretación que reconoce lo que
hay de racional en
lo real (y
sólo lo racional es real para Hegel). Esta concepción idealista de
la filosofía fue desafiada por Marx (Tesis
sobre Feuerbach, 1845): "Los filósofos sólo han interpretado el
mundo de distintas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo".
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