Marxismo
El marxismo es
el conjunto de movimientos políticos, sociales, económicos y filosóficos
derivados de la obra de Karl
Marx, filósofo y
periodista revolucionario alemán de
origen judío,
quien contribuyó en campos como la sociología,
la economía, el derecho y
la historia, y de su amigoFriedrich
Engels, quien le ayudó en muchas de sus
teorías. Engels acuñó el término socialismo científico para
diferenciar el marxismo de las corrientes socialistas anteriores
englobadas por él bajo el término socialismo utópico.
También se emplea el término socialismo marxista para
referirse a las ideas y propuestas específicas del marxismo dentro del marco
del socialismo. El objetivo que se
propone el marxismo es lograr una sociedad sin clases
sociales donde todos vivan con
dignidad compartiendo los bienes producidos socialmente, sin que exista propiedad
privadasobre los medios de producción porque
supone que ésta es el origen y la raíz de la división de la sociedad en clases
sociales.
Primera edición
del Manifiesto del Partido
Comunista.
Marx tuvo dos
grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach,
que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, y la deHegel,
que inspiró a Marx acerca de la aplicación de la dialéctica al materialismo.
Aunque para su trabajo de disertación doctoral eligió la comparación de dos
grandes filósofos materialistas de la antigua Grecia, Demócrito y Epicuro,
Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su dialéctica. Ya en 1842 había
elaborado su Crítica de la filosofía del
derecho de Hegel desde un punto de vista
materialista. Pero a principios de la década del 40, otra gran influencia
filosófica hizo efecto en Marx: Feuerbach.
Especialmente con su obra La
esencia del cristianismo. Tanto Marx como Engels abrazaron la crítica
materialista de Feuerbach al sistema hegeliano, aunque con algunas reservas.
Según Marx, el materialismo feuerbachiano era inconsecuente en algunos
aspectos, idealista. Fue en las Tesis
sobre Feuerbach (Marx, 1845)
y La ideología alemana (Marx
y Engels, 1846)
donde Marx y Engels ajustan sus cuentas con sus influencias filosóficas y
establecen las premisas para la concepción materialista de la
historia.
Si en el idealismo de
Hegel la historia era un devenir de continuas contradicciones que expresaban el
autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de las fuerzas productivas y
de las relaciones de producción las
que determinan el curso del desarrollo socio-histórico. Para los idealistas el
motor de la historia era el desarrollo de las ideas. Marx expone la base
material de esas ideas y encuentra allí el hilo conductor del devenir
histórico.
Marx y Engels se
basaron en la filosofía alemana
de Hegel y
de Feuerbach,
la economía política inglesa
de Adam Smith y
de David Ricardo,
y el socialismo y comunismo francés de Saint-Simon y Babeuf respectivamente,
para desarrollar una crítica
de la sociedadque fuera tanto científica como
revolucionaria. Esta crítica alcanzó su expresión más sistemática en su obra
más importante dedicada a la sociedad capitalista, El capital: crítica de la
economía política.
Además de las
raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis
Althusser o Miguel
Abensour, han señalado en la obra de
Marx, el desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza.
También diversos sociólogos y filósofos, como Raymond
Aron y Michel
Foucault, han rastreado en la visión
marxista del final del feudalismo como comienzo del absolutismo y la separación
del Estado y la sociedad civil, la influencia de Montesquieu y Tocqueville,
en particular en sus obras sobre el bonapartismo y la lucha de clases en
Francia.
Marx resumió la
génesis de su concepción materialista de la historia en Contribución a la crítica de la economía
política1 (1859):
El primer trabajo
emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de
la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844
en los “Anales francoalemanes”, que se publicaban en París. Mi investigación me
llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de
Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general
del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones
materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los
ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que
la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política.
En Bruselas, a
donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor
Guizot, proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El
resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor
a mis estudios puede resumirse así: en
la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que
corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia
del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia.
Al llegar a una
fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la
sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o,
lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas
suyas, y se abre así una época de revolución social.
Al cambiar la base
económica se transforma -más o menos rápidamente- toda la inmensa
superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones
hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las
condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud
propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en
que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de
sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su
conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por
las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.
Ninguna formación
social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que
caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de
producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan
madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone
siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se
encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A
grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la
formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo,
el feudal y el moderno burgués.
Las relaciones
burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de
producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de
un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los
individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad
burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución
de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la
prehistoria de la sociedad humana.
La economía
marxista
La economía
política es esencial para esta visión, y Marx se
basó en los economistas políticos más conocidos de su época, los economistas
políticos clásicos británicos, para ulteriormente criticar su forma de pensar.
La economía política, que es anterior a la división que se hizo en el siglo XX
de las dos disciplinas, trata las relaciones sociales y las relaciones
económicas considerándolas entrelazadas. Marx siguió
a Adam Smith y
a David Ricardo al
afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es
el valor agregado por los trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de
la explotación la desarrolló en El
capital, investigación “dialéctica de
las formas que adoptan las relaciones de valor.
En su labor
política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la
economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se
dedicó principalmente al estudio de la economía política una
vez que se mudó a Londres. Marx se basó en
los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de
ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar
críticamente sus errores.
Vale aclarar que la
economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las relaciones
económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo
XX esta disciplina se dividió en dos.
Marx siguió
principalmente a Adam
Smith y a David
Ricardo al afirmar que el origen de
la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el
plustrabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había
escrito algunos textos sobre economía política ( Trabajo asalariado y capital1 de
1849, Contribución a la Crítica
de la Economía Política1 de
1859, Salario, precio y ganancia1 de
1865) su obra cumbre al respecto es El capital.
El capital ocupa
tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es de 1867)
estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente
en su primer capítulo (Transformación
de la mercancía en dinero), se encuentra el núcleo del análisis marxista
del modo de producción capitalista. Marx empieza desde la "célula" de
la economía moderna, lamercancía.
Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor
de uso y valor
de cambio. A partir del análisis del valor
de cambio, Marx expone su teoría del valor,
donde encontramos que el valor de las mercancías depende del tiempo
de trabajo socialmente necesario para
producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se
intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las
mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego
Marx nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque
directo y ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación
de una mercancía como equivalente de todas las demás (dinero).
Así como un biólogo
utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la abstracción
para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de
su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo
estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos
de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación
integral de las relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En
el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel.
La crítica de Marx
a Smith, Ricardo y el resto de los economistas
burgueses residen en que su análisis económico es ahistórico (y por
lo tanto, necesariamente idealista), puesto que toman a la mercancía,
el dinero,
el comercio y el capital como
propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones
sociales productos de un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto
con la teoría del valor, la ley
general de la acumulación capitalista, y la ley
de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros
elementos importantes de la economía marxista[cita requerida].
Análisis de clases
Los marxistas
consideran que la sociedad capitalista se divide en clases
sociales, de las que toman en
consideración principalmente dos:
- La clase trabajadora o proletariado:
Marx definió a esta clase como «los individuos que venden su mano de obra
y no poseen los medios de producción», a quienes consideraba responsables
de crear la riqueza de una sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por
ejemplo, son construidos físicamente por miembros de esta clase; también
los servicios son prestados por asalariados). El proletariado puede
dividirse, a su vez, en proletariado ordinario y lumpenproletariado,
los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar trabajo lícito con
regularidad. Estos pueden ser prostitutas, mendigos o indigentes.
- La burguesía:
quienes «poseen los medios de producción» y emplean al proletariado. La
burguesía puede dividirse, a su vez, en la burguesía muy rica y la pequeña burguesía:
quienes emplean la mano de obra, pero que también trabajan. Éstos pueden
ser pequeños propietarios, campesinos terratenientes o comerciantes.
Para el marxismo,
el comunismo sería una forma social en la que la división en clases habría
terminado, la estructura económica sería producto de «la asociación de los
productores libres», y la producción y distribución de los bienes se efectuaría
según el criterio «de cada cual de acuerdo a su capacidad; para cada cual según
sus necesidades».
El marxismo y la
religión
El marxismo ha sido
tradicionalmente opuesto a todas las religiones.
Marx escribió al respecto que "el fundamento de la crítica irreligiosa es:
el ser humano hace la religión; la religión no hace al hombre" y la frase
cuyo final se haría célebre:
La miseria
religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra, la
protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura
oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una
situación carente de espíritu. Es el
opio del pueblo.2
La referencia
al opio ha
prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es -como suele suponerse-
un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un narcótico analgésico. Este
equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una confusión frecuente
respecto de la sentencia marxista. La cita completa revela el porqué de la
referencia a un opiáceo: jamás pretende que la religión se considere una forma
de degradación intelectual ni tampoco una mera ilusión generada por las clases
dominantes (interpretación no marxista que suprimiría la idea que éste tenía de
la ideología, esto es, la ilusión de universalidad dentro de cada clase), sino
que la religión sea, por el contrario, el anestésico necesario de la sociedad
entera frente a la alienación social y de las clases oprimidas frente a sus
condiciones materiales de existencia.
En Marx, la crítica de la
religión no es una defensa del ateísmo,
sino la crítica de la sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión
de estas condiciones y la realización plena de la comunión humana se desvincula
de la condición biológica, proyectándose "al cielo" como intervención
divina en una parusía futura,
particularmente en el especial caso del cristianismo,3 en
vez de construirse políticamente mediante la abolición de la propiedad privada
y la división del trabajo. El fundamento filosófico del rechazo marxista de la
religión ha estado vinculado al desarrollo del materialismo dialéctico por
parte de Engels y Lenin.
En cualquier caso,
ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y religioso es
compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James
Connolly y a diversos autores dentro
de la teología de la liberación como Camilo Torres y Leonardo
Boff. Pero la crítica teórica hacia
cualquier religión se basa en que ésta es concebida como el resultado de la
producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la fabricación de
ideas ideológicas que
se hace una sociedad sobre sus propios modos de producción económicos. Así, la
religión siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar la estructura económica
existente. Los textos marxistas donde se puede encontrar información sobre la
concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Marx y Engels, y La filosofía como arma de la revolución de
Louis Althusser. Marx describe a la religión como un ente alienador, el cual le
pone como meta alcanzar a Dios, situación imposible para un humano pues Dios es
la esencia humana deificada, es decir: la humanidad le ha dado sus mejores
características a Dios. La religión haría conformista al hombre y lo obligaría
a no luchar en este mundo, pues este es solo un preludio del verdadero. La
síntesis cristiano-marxista de los teólogos de la liberación replica que el
marxismo no implica este aserto y que, de ser así, también las clases
dominantes impregnadas de espíritu religioso serían conformistas respecto de su
existencia material e incluso serían pasivas frente a un conflicto con otras
clases sociales. Para estos, en cambio, la religión -y en particular la
cristiana- siempre exige una lucha en este mundo en función de una comunidad
religiosa: sea con o sin clases dependiendo de cómo se la entienda
políticamente. Debe recordarse que para el catolicismo la
resurrección es el regreso al edén en la tierra y que, aunque dependa de Dios,
ningún esfuerzo individual tendría sentido si estuviera coronado por una muerte
sin retorno (incluso si la realización plena de la humanidad pudiera hacerse
sólo socialmente y no biológicamente como en la resurrección cristiana), ya que
la salvación de cada hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro del alienado mundo
presente sólo puede ser asegurado con la eternidad y la participación en el
mundo venidero. Esto es igualmente cierto tanto para el ideario de
autorrealización personal de la derecha cristiana (calvinista o
al menos reconciliada con la burguesía), como para la lucha de clases de la
izquierda cristiana (marxista o no), como para las originarias posicionesascéticas y
apolíticas del cristianismo primitivo.
Estas últimas en particular dieron forma estamental a
la dicotomía interna entre la vida económica y la religiosa del occidente
medieval extramundano y a su
peculiaridad histórica de fusión entre "sociedad civil" y
"sociedad política" descrita con atención por Marx en su obra Sobre
la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con
la opuesta de Nietzsche, a Max
Weber, y que entroncaría en el debate
marxista-weberiano sobre la influencia económica de la religión.
En su versión más
ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de una forma de
alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus virtudes para
adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto es lo que
ocurriría en particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda virtud
que posee y toda idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser
supremo de su propia creación, devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y
propio destino a su voluntad y una trascendencia irreal posibilitada por su
existencia.
León
Trotsky (URSS)
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