Desde la muerte de
Marx en 1883,
varios grupos del mundo entero han apelado al marxismo como base intelectual de
sus políticas, que pueden ser radicalmente distintas y opuestas. Una de las
mayores divisiones ocurrió entre los reformistas,
también denominados socialdemócratas,
que alegaban que la transición al socialismo puede
ocurrir dentro de un sistema pluripartidista y capitalista,
y los comunistas, que alegaban que
la transición a una sociedad socialista requería una revolución para instaurar
ladictadura del proletariado.
La socialdemocracia resultó en la formación del Partido Laborista y
del Partido Socialdemócrata de
Alemania, entre otros partidos; en tanto
que elcomunismo resultó en la
formación de varios partidos comunistas; en 1918 en
Rusia, previo a la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,
dimanan 2 partidos del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia: el Partido
Comunista, formación comunista, y el Partido Social Demócrata de Rusia. Aún sigue
habiendo muchosmovimientos revolucionarios y partidos políticos en
todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética,
aunque el internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay
partidos socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace
mucho que se distanciaron en aspectos relevantes de sus lazos históricos con
Marx y sus ideas. En la actualidad en Laos, Corea
del Norte, Vietnam, Cuba,
la República Popular China y Moldavia hay
en el poder gobiernos que se autoproclaman marxistas.
Muchos gobiernos,
partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos han afirmado
fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente importantes son
los movimientos socialdemócratas de
la Europa del siglo XX, el bolchevismo ruso,
la Unión Soviética (Lenin, Trotsky, Stalin)
y otros países del bloque oriental, Mao
Zedong, Fidel
Castro, Ernesto "Che" Guevara, Santucho, Kwame
Nkrumah, Julius
Nyerere, Thomas
Sankara y otros revolucionarios en
países agrarios en desarrollo. Estas luchas han agregado nuevas ideas a Marx y,
por lo demás, han transmutado tanto el marxismo que resulta difícil especificar
el núcleo de éste. Actualmente las transformaciones socio-económicas han obligado
a repensar al marxismo en una línea llamada posmarxismo en
la cual se encuentran autores como Ernesto
Laclau y Chantal
Mouffe.
La Revolución de octubre de
1917, encabezada por los bolcheviques (cuyas
figuras principales eran Vladímir
Lenin y León
Trotsky) fue el primer intento a gran
escala de poner en práctica las ideas socialistas de un Estado
obrero.
Se suceden otra
serie de gobiernos o dobles poderes obreros de relativamente breve duración,
impulsados por revueltas proletarias con activa participación de los partidos
comunistas locales, inspirados en el modelo de república de consejos
obreros. La mayoría de estos son
aplastados por las fuerzas de la reacción capitalista de las distintos
gobiernos y potencias burguesas y fracasan. Son el caso de la Revolución de noviembre de 1918,
encabezada por los espartaquistas en Alemania,
la República Soviética Húngara de 1919,
la República Soviética Bávara de 1919,
el bienio rojo o
movimiento de consejos de fábrica del norte de Italia de 1919 a 1920,
el Sóviet de Nápoles, laRepública
Socialista Soviética Galiciana en 1920,
la República Popular
Soviética de Bujará de 1920 a 1925,
la República
Socialista Soviética de Persia o República Soviética de Gilan,
de 1920 a 1921,
etc.
Tras morir
Lenin, Iósif Stalin se
había hecho con una gran concentración de poder en sus manos en el seno del
Partido Comunista y del Estado soviético, el cual fue fortaleciendo en
detrimento de los propios soviets (ya
de por sí debilitados durante el hambre, la bancarrota económica y las masacres
ocasionadas por la Guerra
Civil Rusa). Hasta su muerte, numerosas
purgas se vivieron en la URSS,
bajo consignas tales como la "lucha contra el trotskismo",
"los sabotajes", o "los agentes del fascismo", en las que
se logró inhabilitar a los principales elementos críticos del PCUS y la
sociedad soviética, muchos de ellos comunistas, testigos directos de la
Revolución y opositores en mayor o menor medida a la deriva burocrática y la
concentración de poderes que se estaba generando en seno de la URSS, encarnada
en una casta de funcionarios y burócratas del partido, cuya divergencia de
intereses respecto a la clase trabajadora y el peligro que entrañaban para la
revolución obrera comienzan a manifestarse desde la primera mitad de los años
20, aún en vida del propio Lenin. Dichas purgas sólo logran fortalecer el poder
de la nueva dirección del PCUS, encabezada ahora por Stalin,
y pronto se extenderán a las secciones nacionales del Komintern,
que, a nivel internacional, comienza a ser dirigido desde el comisariado de
asuntos exteriores en Moscú.
Aunque llevaron a
cabo pequeñas aportaciones teóricas al marxismo, Stalin y sus seguidores se
caracterizan por haber dado cobertura ideológica a sus métodos y
posicionamientos tácticos y políticos, encaminados al fortalecimiento del
control sobre los medios de producción y administración del Estado por parte de
la burocracia y dirección central del partido, a través de la falsificación o
la adaptación de los principios ideológicos del marxismo y del leninismo a sus
propios fines. Esto derivará en un sistema de gobierno y pensamiento formulado
bajo el nombre de marxismo-leninismo y
la teoría del socialismo en un solo país,
también llamado estalinismo,
considerado por sus críticos marxistas como
un alejamiento o distorsión de los postulados y principios de la
tradición marxista y pensadores
como Marx, Engels o Lenin;
particularmente insistentes en esta postura son aquellas corrientes basadas en
los planteamientos de Trotsky y Lenin (trotskismo)
y las del denominado comunismo de izquierda,
el marxismo libertario o
el comunismo de consejos,
también críticos en este sentido con la denominada corriente del leninismo (y
por ende el trotskismo). A raíz de la
muerte de Stalin, esta burocracia termina por acaparar el poder y afianzarse en
la llamada nomenklatura.
Ésta comenzará a medio plazo un proceso de progresiva liberalización de la
economía, que culminará con la perestroika.
Al final de
la II Guerra Mundial se
produjo una expansión, por la vía militar, del poder político de la URSS,
que se consolidó mediante el establecimiento de los llamadosEstados
satélites o del Pacto
de Varsovia, en los países del Este que
quedaron bajo su zona de influencia tras los acuerdos de Yalta y
de Potsdam. Estos Estados
reprodujeron estructuras políticas y sociales y tipos de economía y de gobierno
muy similares a los de la Unión Soviética.
Fueron gobernados mediante la formación de Partidos Comunistas, encuadrados en
la Komintern, y adscritos a las
fórmulas del marxismo-leninismo oficial.
Algunos de los partidos adscritos a la Internacional Comunistaque
llegaron a formarse por sí mismos, lograron a la postre tomar el poder a través
de insurrecciones guerrilleras y, en algunos casos, con bastante apoyo popular,
y establecer un estado que seguía el modelo marxista-leninista oficial.
Estas naciones comprendían a la República Popular China, Vietnam, Corea
del Norte, Yugoslavia,Albania, Etiopía, Yemen
del Sur, Angola,
y otros. Después de la invasión militar por parte de Vietnam de Kampuchea Democrática,
gobernada por el Jemer
Rojo, un gobierno de estructura
similar a aquél será establecido en Camboya.
En Chile,
el gobierno de la Unidad
Popular, encabezado por Salvador
Allende, que duró desde 1970 hasta
el golpe de estado de
1973, tenía una fuerte inspiración
marxista. Si bien cambió radicalmente la formas de lucha conocidas al concretar
un gobierno por la vía electoral, la revolución a la chilena buscaba la transformación de la
sociedad hacia el socialismo. Al mismo tiempo, la coalición que llevó a Allende
al gobierno estaba construida por la unión del Partido Comunista y
el Partido Socialista,
ambos declarados marxistas-leninistas en ese tiempo.
En 1991, la Unión Soviética se disolvió y
el nuevo Estado ruso ya no se identificó con el marxismo. Otras naciones del
mundo siguieron el mismo camino. Actualmente el socialismo científico ha dejado
de ser una fuerza política prominente en la política mundial. China, donde
gobierna el Partido comunista chino, relajó su concepción económica del
marxismo en 1978 avanzando progresivamente hacia un sistema económico más
cercano al libre comercio. Este proceso continúa hoy en día.
Desde el comienzo
de la democracia en España, en 1975, el PSOE se
presentó a las elecciones como un partido marxista, proclamándose primera
fuerza de oposición en el gobierno. Posteriormente, en 1982, con Felipe
González a la cabeza, el PSOE
abandonó su postura marxista; ese mismo año el partido ganó las elecciones.
Críticas al
marxismo
El marxismo, tomado
como cosmovisión, implica por su
propia naturaleza un sistema de pensamiento y un sistema de organización
política dirigido a la realización particular y socialmente consciente de un
orden social mediante la planificación central de la economía (p.e. un
socialismo políticamente establecido) que según éste es un necesario paso de la
historia del hombre. El marxismo funciona, según su propia doctrina, a manera
de catalizador e impulsor de la transición para la clase que de otra manera no
podría ver edificado para sí el socialismo y la realización posterior del
comunismo. Es por esto que es difícil de separar a sus más importantes críticos
en categorías, siendo que estos se han confrontado por separado o a la vez con
los regímenes marxistas instaurados por diferentes partidos
únicos, usualmente comunistas, con los
movimientos que los llevaron al poder y con la teoría marxista del mundo (i.e.,
el materialismo dialéctico y el materialismo histórico), sin que nunca termine
de quedar suficientemente claro si estos tres aspectos del marxismo son
verdaderos corolarios. En términos generales se puede, sin embargo, diferenciar
a efectos prácticos las críticas al marxismo por las disciplinas de estudio más
comprometidas en ellas.
Antropológicamente,
el marxismo se confrontaría con el darwinismo quien
rechazaría que dicha teoría se analogara con el materialismo histórico4 y
con Sigmund Freud quien
llegaría decir que "las obras de Marx, como una fuente de revelación, han
tomado el lugar de la Biblia y el Corán, a pesar de que éstas no están más
libres de contradicciones y oscuridades que aquellos antiguos libros
sagrados"5 En
contraposición a la antropología del americano Lewis
H. Morgan que Marx y Engels hicieran
suya en El origen de la familia y
según la cual todas las economías primitivas serían de carácter comunista, la
antropología contemporánea de autores como Bronisław Malinowski yFustel de Coulanges entre
otros, presenta una visión casi opuesta del origen de la propiedad privada, que
es resumida en la obra del historiador Richard Pipes Propiedad y libertad. Respecto de la
noción marxista de "ideología de clase", el autor
liberal-conservador Kenneth
Minogue fue uno de los primeros en
invertirla en La teoría pura de
la ideología, volviendo contra las propias doctrinas sistémico-clasistas
(que tratan de "ideológico" a todo pensamiento) la acusación de
reificación ideológica por parte de intereses revolucionarios en una lucha de
clases cuya existencia no puede ser puesta en duda sin apelar a una instancia
neutral.
El sociólogo
clásico Max Weber continuaría
la afirmación de Engels acerca de la evolución propia, autónoma e interactiva
de cada uno de los factores determinantes del progreso histórico,6 pero
insistiría en que no podría haber entonces un determinante
económico-tecnológico de última instancia: si se acepta, con Engels, que la
historia es la suma de todos estos factores entonces necesariamente la
influencia recíproca de fuerzas en un todo debe implicar que, si la religión y
la cultura no se adaptan necesariamente a la producción económica, la economía
como producción debe adaptarse a estas. Implícitamente en su obra La ética protestante y el
espíritu del capitalismose demostró la independencia de
la superestructura ideológica respecto a la infraestructura tecnológica, tesis
usualmente malentendida como una suerte de reverso del marxismo, como sí sería
el caso del espiritualismo histórico de Werner
Sombart. Esta exposición weberiana creó
un cisma dentro de la sociología académica respecto del marxismo más dogmático,
y la apertura a posiciones más complejas como la del historiador Eric
Hobsbawm o las amistosamente
separadas del marxismo como las esbozó el sociólogo analítico Charles Wright Mills.
El economista y
sociólogo austríaco Joseph
Schumpeter revisó los orígenes del
capitalismo y rechazó la noción marxista de acumulación originaria como
una contradicción autorreferente que requiere capital inicial para la actividad
de una supuesta burguesía violenta originaria. A su vez, el
institucionalista Douglass
North ha ofrecido en sus estudios
una revisión paralela de la historia del capitalismo que ha sido tenido muy en
cuenta entre los historiadores marxistas.
La deontología marxista
respecto de la praxis revolucionaria se enfrentaría a serios problemas
filosóficos que intentarían ser resueltos por pensadores como Sartre desde
una vía existencialista.
Éticamente Marx llegó a considerar que "un fin que requiere medios
injustificables no es un fin justificable",7 sin
embargo dentro del marxismo como sistema la moral es en sí misma
consecuencialista ya que en éste los fines juzgan a los medios,8 luego
toda justificación depende de su funcionalidad para un fin determinado (fin que
tampoco es juzgado desde un set de principios morales salvo el interés
"históricamente determinado" de un grupo de pertenencia: en su caso,
una clase social). Contra este historicismo predeterminado (con sus
contradicciones éticas para un interés individual enfrentado al interés del
progreso histórico), el epistemólogo y filósofo Karl
Popper realizaría sus más agudas
críticas en La
sociedad abierta y sus enemigos, obra que podría
considerarse a su vez una de las principales réplicas globales al marxismo, y
que junto con las objeciones de Bertrand
Russell sería la más representativa
de entre las críticas epistemológicas al
marxismo como un "dogma reforzado" imposible de ser puesto a prueba
mediante falsación, lo que llevaría a
muchos marxistas a volcarse a una posición epistemológica en las ciencias en
general cercana a la de Thomas
Kuhnpor la cual las contradicciones
del marxismo deberían ser probadas dentro de la misma teoría, y no frente a
hechos que serían en sí expresiones de una carga teórica previa.
En lo
económico, V. K. Dmitriev en
18989 y Ladislaus von
Bortkiewicz en 1906-0710 y
subsecuentes críticos expusieron que la teoría del valor de Marx y su ley de
tedencia a la baja en la tasa de beneficio eran internamente inconsistentes.
Como contrapropuesta, los más importantes economistas marxistas y/o sraffianos,
tales como Paul Sweezy,Nobuo Okishio, Ian Steedman, John Roemer, Gary Mongiovi y David Laibman,
propusieron sus propias versiones correctas de lo que debería ser la economía
marxista abandonando como inadecuado el intento de Marx en El capital para el mismo fin,
confrontándose así con los marxistas que defienden a aquel y que en respuesta
se apoyan en una segunda teoría desarrollada a fines del siglo XX para
interpretar, según ellos en forma más adecuada, las últimas obras de Marx.11
En el ambiente
académico las críticas a la teoría económica de Marx derivaron principalmente
de su incompatibilidad (nunca resuelta por ninguna de las partes) con los
descubrimientos microeconómicos del marginalismo.
El conflicto con la visión marxista de la producción tomó forma en la obra de
dos de los más importantes sistematizadores del marginalismo, representantes de
las variantes austríaca y británica: primero Eugen von Bohm-Bawerk,
que dirigiría las más conocidas críticas a la teoría del valor-trabajo y con
ésta la explotación por adquisición de plusvalía, tanto dentro de la teoría
marxista12 como
desde el subjetivismo austríaco (por el cual incluso los costos dependen de la
demanda); y luego Alfred
Marshall que insistiría en la
utilidad del capital y la gestión en la creación del valor,13 así
como la consideración de la demanda como autónoma de la oferta aunque ésta se
reconozca determinada por los costos.
Desde la macroeconomía, John Maynard Keynes llegaría
a decir que El capital era
"un manual obsoleto" al cual no sólo encontraba "científicamente
equivocado sino además sin interés o aplicación para el mundo moderno",
consideración que Joan
Robinson criticaría como
consecuencia de una pobre lectura de Marx, así como de Say.
Una aproximación macroeconómica compatible con el marxismo fue esbozada por el
economista polaco Michał
Kalecki.
Respecto a la
aplicación práctica del método marxista y a sus resultados políticos, las
críticas usuales han sido menos a la doctrina marxista y más a los aspectos
empíricos contra el movimiento
Comunista y sus regímenes. Estas
críticas se sostienen en términos humanistas y objetan el sacrificio en vidas
humanas en persecuciones sociales y políticas, y además sólo se han dirigido al
fenómeno totalitario como una
situación circunstancial impuesta deliberadamente por los dirigentes marxistas,
o sea, como un fenómeno aislado o al menos aislable de la teoría. Sin embargo
algunas de estas críticas han tenido una dimensión teórica (especialmente por
parte de liberales clásicos como Mises, Hayek, Isaiah
Berlin y Raymond
Aron, y anarquistas como Proudhon, Bakunin, Piotr
Kropotkin y Noam
Chomsky)14 según
las cuales el fracaso político del totalitarismo, la interdependencia entre la
falta de propiedad personal y libertad personal, el colapso de la planificación
centralizada de la economía y la doctrina marxista-leninista serían elementos
inseparables y codependientes, por lo cual, o la teoría marxiana del progreso
histórico debe de estar equivocada y la dictadura científica pasaría a ser una
profecía autocumplida con resultados perjudiciales para la clase obrera, o bien
la noción de un "necesario progreso histórico" puede ser mayormente
verdadera pero sin embargo el marxismo la habría malinterpretado a su favor:
ésta última opción sería planteada por el heredero de la crítica hegeliana al
marxismo de Alexandre Kojève,
elneoconservador Francis
Fukuyama.
Finalmente,
diversos autores de orientación centrista y socialdemócrata han
hecho profundas reflexiones críticas de las bases filosóficas del marxismo, a
saber Jürgen
Habermas,15 Hannah
Arendt,16 Anthony
Giddens, y particularmente –por recordar
las implicancias de que las relaciones sociales de producción no pueden
determinar la superestructura jurídico-política ya que la presuponen– el
jurista y pensador político Hans
Kelsen quien, en su libro La teoría comunista del derecho y el Estado,
realizaría la que tal vez pueda considerarse la objeción más incisiva a casi
todos los aspectos relevantes de la doctrina marxista, tanto en sus facetas
políticas, su teoría jurídica e institucional, social y económica.17
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